jueves, 29 de noviembre de 2012

PREMIO CERVANTES 2012

El poeta, novelista y memorialista español José Manuel Caballero Bonald, de 86 años, ganó este jueves el Premio Cervantes 2012, considerado el Nobel de las letras hispanas.El presidente del jurado, el académico, Darío Villanueva, afirmó que el premiado es "una figura de las más destacadas de la literatura española, que tiene una marcada proyección iberoamericana". "Es un escritor que vivió en América Latina, que ha mantenido siempre un contacto muy intenso con la literatura escrita en español en aquellas latitudes, es por lo tanto, muy conocido y muy apreciado por los hispanohablantes y los hispanolectores, si podemos usar esta expresión, al otro lado del océano", añadió Villanueva.
"Es un honor, me satisface que mi obra completa, mi ya larga trayectoria de escritor merezca ese reconocimiento", dijo Caballero Bonald.
Hijo de padre cubano y madre francesa, se licenció en Filosofía y Letras, y fue profesor de Literatura española e hispanoamericana en la Universidad Nacional de Colombia y el Bryn Mawr College, en Filadelfia (EEUU), tras lo cual volvió a España, donde dirigió una empresa editorial y trabajó en el seminario de Lexicografía de la Real Academia Española de la Lengua.
Con la concesión del Cervantes a Caballero Bonald se cumple la regla no escrita de este galardón de alternar cada año un autor español y otro latinoamericano, después que el pasado año, el considerado Nobel de las Letras hispanas recayera en el poeta chileno Nicanor Parra.
Desde que se concedió el primer premio Cervantes en 1976 a Jorge Guillén, con este galardón, dotado con 125.000 euros, "se rinde anualmente público testimonio de admiración a la figura de un escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispánico".


Barranquilla la nuit

Cuerpo inclemente, circundado
por un vaho de frutas, desguazándose
en la tórrida herrumbre
portuaria,
                   ¿no eran
los labios como orquídeas
mojadas de guarapo, no tenían
los ojos mandamientos de cocuyos
y allí se enmarañaban
la excitación y la indolencia?

Mórbida efigie de esmeralda
y musgo, entrechocan sus pechos
entre la mayestática cochambre
de la noche.

                    Desnuda
antes que alerta y disponible,
desnuda nada más, desmemoriada
sobre un cuero de res, el vientre
húmedo de salitre y en el cuello
el amuleto pendular de un dado
cuyo rigor jamás aboliría
los tercos mestizajes del azar.

Rauda la carne y prieta
como un sesgo de iguana, surca
los fosos coloniales, deposita
en las inmediaciones del marasmo
una aromática cadencia
a maraca y sudor y marigüana,
mientras cumple el amor su ciclo
de putrefacta lozanía
en el nocturno ritual del trópico.

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